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Nos ha dejado uno de los nuestros

ObituarioJuan Pedro Fernández Conesa

Nos ha dejado uno de los nuestros 1

¿Y quién es Juan Pedro, os preguntaréis? Juan Pedro Fernández Conesa acababa de celebrar sus bodas de oro en septiembre, como sacerdote, tras 51 años de servicio a la Diócesis de Cartagena-Murcia. Durante esos años, compaginó su ministerio sacerdotal en distintas parroquias de Cartagena y Murcia con su labor como profesor de Religión en los institutos Luis Manzanares y Gerardo Molina de Torre Pacheco y con sus estudios en la Universidad Pontificia de Comillas, doctorándose en Teología y dirigiendo, a la vez, el Departamento de Audiovisuales de la Conferencia Episcopal Española en Madrid.

En los últimos cinco años fue colaborador de la Parroquia de San Diego en Cartagena, donde residía desde su jubilación, junto a su compañero en el sacerdocio, el párroco Joaquín Ferrando. El pasado domingo, 9 de enero, Dios le llamó a su presencia y, una vez más, no le hizo esperar. Porque acudió a esa llamada presto, al igual que lo hizo un día de octubre de 1959, día en que nos conocimos al ingresar juntos al Seminario Menor de San José de Murcia, con once años, para «ser curas», como se decía por aquel entonces.

Juan Pedro, desde ese día, pese a las muchas y variopintas vicisitudes que encontró durante sus 50 años al servicio de los demás, sin preguntar nada y sin esperar recompensa alguna, no dejó de ser fiel a esa llamada. Dios ha recompensado su generosidad y entrega librándole de todas sus dolencias y llevándoselo al cielo. Estoy completamente seguro de que desde allí nos está viendo a todos, sus compañeros, curas y no curas de aquella Promoción 1959 del Seminario, hoy unidos más que nunca por el dolor de su ausencia y por los muchos y buenos recuerdos de esos años vividos en común.

Un hombre bueno

Juan Pedro, te has marchado siendo uno de los nuestros. Aunque siempre solías decirme con tu profunda fe en Dios resucitado que «la muerte es el último escalón para una nueva y mejor vida en su presencia», nos has dejado un vacío imposible de llenar y nos duele en lo más profundo de nuestro corazón pensar que ya no volveremos a verte nunca más, ni a tomarnos una Voll Damm fresquita, tu cerveza preferida, mientras charlábamos alegres y distendidos de todo y de nada.

También será bastante complicado no escuchar tus profundos y reflexivos consejos salteados de alegres chascarrillos, propios de un hombre bueno, humano, sencillo y alegre, pero profundamente culto y humanamente religioso, que se sentía libre de cualquier atadura que te apartara de tu desinteresada misión de entrega y servicio a los demás.

Juan Pedro, aunque te hayas ido, sigues vivo entre nosotros. Siempre has sido nuestro compañero, nuestro amigo, nuestro hermano… Y estoy seguro de que nunca dejarás de ser uno de los nuestros. Porque has sido, en el buen sentido de la palabra, «bueno», y nunca has hecho ruido, porque como la bondad, siempre has caminado con el corazón descalzo. ¡Descansa en paz!

MARÍA  ÁNGELES  RUESGA  CONCEJERO
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