Un profesor de mente preclara
MIGUEL PÉREZ FERRA
Finalizando diciembre, me llegaba a través de mis antiguos alumnos del colegio Monteagudo de Murcia la noticia del fallecimiento de mi estimado amigo José Antonio Sánchez Manzanares, que fuera director del centro.
Persona de trayectoria académica y profesional brillante, cursó la carrera de Ciencias en la Universidad de Murcia, concediéndole el Ministerio de Educación la mención de Premio Extraordinario Nacional Fin de Carrera. Posteriormente, defiende su tesis doctoral y accede al prestigioso cuerpo de catedráticos de instituto, plaza que obtiene con el número dos.
Simultaneó la docencia con la gestión docente y la investigación, ejerciendo su función en Jerez de la Frontera, Callosa de Segura, Orihuela, donde desempeñó la dirección del IES Gabriel Miró, y en el Vicente Medina de Archena. Intercaló esta trayectoria en la educación pública con su dedicación a la docencia e investigación en instituciones privadas, como la Universidad de Navarra, en la que enseñó e investigó en Ciencias Bioquímicas durante cuatro años y, posteriormente, desempeñó la dirección del colegio Monteagudo durante ocho años.
Mis recuerdos sobre su persona siguen presentes en mi mente y en mi corazón. En ningún momento aludió a sus logros académicos, investigadores o de gestión. Prudente en sus opiniones, avaladas por su trayectoria profesional e inteligencia preclara, pero siempre valorando y ponderando la percepción de otras personas.
De su modo de proceder aprendí a desempeñarme profesionalmente: escuchar y considerar distintas percepciones sobre temas de investigación y docencia; a argumentar siempre lo enunciado; a interiorizar que solo desde la humildad es posible avanzar en los campos docente e investigador, tanto en las etapas previas a la Academia, como en la Universidad, así como a comprender la necesidad de conocer las teorías fundamentales del conocimiento filosófico, esenciales para profundizar en qué, cómo y para qué enseñar, aspectos que me han sido de gran utilidad en mi trayectoria docente e investigadora.
Afirmaba recientemente un alumno suyo del entonces COU, Ángel Cegarra Alemán, que tenía un aura de discreta solemnidad, pero en el trato personal se conocía la extraordinaria bondad que definía su vida. Era hombre de hechos, con auténtica vocación para trasmitir el conocimiento científico a sus alumnos, herramienta imprescindible para progresar en el ámbito universitario y en el profesional. Lo hacía de modo natural, sin pretensión de hacer transcender su clarividente inteligencia y formación científica.
Siempre se mantuvo como un referente de profesionalidad, con una visión histórica de las ciencias experimentales que nos permitió reconocer la extraordinaria relevancia de los logros alcanzados por gigantes como Newton, Schrödinger o Planck. Su pasión por el rigor científico fue un regalo para nuestra formación, con una influencia rotunda basaba en el ejemplo, no en razones meramente especulativas, seguía argumentando este antiguo alumno suyo.
Estimado José Antonio, sentiré la ausencia de tu proximidad cuando en mis viajes a Murcia, al transitar por el paseo Alfonso X nos encontrábamos y, con la cordialidad de siempre, te interesabas por mi carrera como profesor universitario. Ya descansas después de haber realizado un camino largo, llevado a cabo siempre con humildad y elegancia; con frutos abundantes para tu familia, compañeros y antiguos alumnos.
